HAY TOREROS Y TOROS

Crónica de Antonio Girol, www.gentetorera.es

Lo anuncié en la Previa cuando hablaba de la ganadería de El Pilar. Moises Fraile ha sabido perfectamente rescatar y refrescar aquella maravillosa sangre de El Raboso que se anunciase con tanto éxito como Aldeanueva.

El pasado año metieron su corrida casi con calzador en la feria. Así, como de tapadillo en el sábado de feria, un día con poco glamour y con toreros del segundo vagón. Este año ya ha rondado los días fuertes de farolillos y con tres toreros del grupo especial. Apuesten a que el año que viene está entre el lunes del pescaíto y el viernes de farolillos, y habrá tortas por torearla.

El salmantino ha vuelto a tocar las teclas para que cuatro de sus seis toros, como hiciese en 2009, fuesen dignos de anunciarse en el escaparate de Sevilla. Animales de perfecta presentación, nobles, con recorrido, aptos para un toreo vibrante, donde sólo el soso primero, del hierro de Moisés Fraile (al igual que el tercero), desentonó.

Ese primero fue a caer en manos de un hombre que vaga por la plaza sin espíritu. O tal vez es un espíritu que vaga buscando el cuerpo donde un día habitó. Vaya usted a saber. Lo que sí es cierto es que a El Cid le pasa algo, y grave. Un torero de su temple, su recorrido, con esa mano izquierda que mandaba más que un general de división, ahora lo ves dubitativo, con tembleque en las piernas…y se te cae el alma a cachos. ¡Eh, tú! ¿Dónde has escondido a El Cid? Parecía dar ganas de gritar a aquel gigantón que perdía el capote o la muleta en desarmes indecorosos. La plaza le despidió con pitos y la feria se le empieza a poner cuesta arriba. Ojalá que en su próxima comparecencia el fantasma que transita ahora por el ruedo desaparezca para siempre y nos devuelva a Manuel Jesús Cid Salas, El Cid. Torero de Salteras.

Hay días en que algunos toros están por encima de su lidiador. Hoy ha sido una de esas ocasiones. El quinto, un toro de bandera, noble, que se desplazaba con un tranco majestuoso, pronto al cite, en una palabra: BRAVO, ha correspondido a Sebastián Castella, el cual ha estado por debajo de su oponente. Era toro para reventar la plaza, para traerlo largo, embarcarlo en la tela y llevarlo hasta el final del brazo. Era para cortarle las dos orejas. Castella ha estado correcto pero le ha faltado alma para acabar de romper la tarde. Le cuesta encontrar su sitio en esta plaza al de Arles y pocas oportunidades mejores va a encontrar que la de este pupilo de El Pilar.

Y también hay tardes en que algunos toreros están por encima de sus toros. Hoy ha sido una de esas ocasiones. José Mari Manzanares ha rozado la ansiada Puerta del Príncipe. En su primero prevaleció la pinturería de los cambios de mano, el tempo justo para dar al toro cada tanda cruzándose siempre al pitón contrario, la suavidad hecha muleta para que el de la divisa de Moisés Fraile no se aburriera de embestir. Mató mal, ¡novedad!, y la oreja se transfundió en ovación.

Pero llegó el sexto, acapachado de pitones, muy en el tipo de esta casa, y Manzanares lo bordó. Toreo del bueno. Las series con la derecha tuvieron durabilidad infinita pulseando perfectamente la faena para que el animal no dejase de meter la cara. El temple, la colocación y los remates de pecho enloquecieron al público. Volvió a pinchar para luego agarrar un estoconazo. De haber matado bien el trofeo que cortó hubiese sido doble.