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¿QUEDAN MANSOS EN EL CAMPO?
La pregunta es una exageración, pero a Sevilla hasta ahora se los
están trayendo todos. Abominable preferia ganadera la que llevamos
padecida, sin casi ni un manjar toruno que llevarse a la boca.
La mansada de Valdefresno ha superado el listón negativo de días
anteriores, con astados que se han aburrido enseguida de embestir, que
han escarbado, que han desparramado la vista y que, cuando se han dejado
pegar en los caballos, han salido de naja buscando terrenos libres de
enemigos. Y ha sido una lástima, porque hoy hemos podido vislumbrar
a dos toreros en franca recuperación: Antonio Barrera y Matías
Tejela.
Por orden de méritos es preciso comenzar por el segundo. Tejela
es un diestro que irrumpió en el escalafón superior con
muchas expectativas y un muy buen concepto del toreo al natural y que,
al final, por vaya usted a saber los motivos, se quedó estancado
en ese limbo intermedio donde no te alcanza el infierno, pero tampoco
se llega a la gloria. Sin embargo, en esta ocasión, me he vuelto
a encontrar con el torero sereno, seguro y consciente de la responsabilidad
que desea volver por sus fueros. Sobre todo, con el violento y regateador
remiendo del conde de la Maza, al que no sólo le ha aguantado las
huracanadas embestidas de comienzo, sino que ha toreado al natural con
serena apostura consiguiendo alargarle el viaje y hacerle ir por donde
no quería. Cierto es que la faena no podía tomar vuelo,
pero lo es también que la actitud del torero ha logrado cambiar
la opinión que teníamos de él. Con el rebrincado
quinto ha vuelto a estar decidido y tragón con la muleta, aunque
al final pareció un poco aburrido o decepcionado por los escasos
logros obtenidos. De todas formas, voy a romper una lanza de esperanza
por su recuperación.
Otro diestro que parece haber emprendido el camino de la recuperación
es Antonio Barrera. Castigado y esforzado torero sin suerte, que también
estaba atravesando por un desierto inhóspito y desalentador. En
su inválido primero, muy protestado por el público, ha dejado
ciertos fogonazos de ese temple que trajo de México y que se le
había ido agotando entre el genio y las tarascadas de las corridas
duras que torea. Me dio la impresión de venir con las pilas recargadas
y me lo confirmó en el cuarto –manso de tardo genio, que
pudo lastimarlo en la larga cambiada de recibo–, con el que se mostró
animoso, corajudo y firme ante los cabezazos descompuestos de la res.
Cuando un torero sabe lo que se juega en una feria de la importancia de
la de Sevilla y viene con la seriedad y la decisión de Barrera
es que ha vuelto a coger el buen camino. Habrá que seguir con interés
sus actuaciones para que ratifiquen o refuten lo aquí apuntado.
De El Capea poco voy a decir. Me parece un agravio comparativo que haya
conseguido colgar su nombre tres años consecutivos en los carteles
de la Feria de Abril sin haber hecho mérito alguno para ello. Su
lote también fue manso, pero el más potable de la tarde.
En particular su toro primero, que, aunque se aburrió pronto, le
brindó una decena de arrancadas para haber dicho algo a los tendidos.
Sin embargo, su paso por los ruedos es una concatenación de vulgaridades
que viene a echar por tierra ese tópico al que se empeñan
en agarrarse algunos. Sí, ese que dice que el toro pone a cada
uno en su sitio.
Santi Ortiz
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