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Sevilla.
Domingo, 6 de abril de 2008. 8ª corrida de toros de feria.
Lleno en tarde ventosa que molestó a los toreros.
Seis toros de Parladé, absolutamente descastados y mansos;
el primero devuelto por inválido.
Pesos: 589 (545), 540, 585, 587, 579 y 570 kilos.
Finito de Córdoba (Pitos tras aviso y Silencio tras aviso);
Morante de la Puebla (Ovación y saludos tras dos avisos
y Palmas) y
Salvador Cortés (Ovación y saludos y Silencio) |

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| AMAPOLAS
EN EL PLOMO
Cielo plomizo, tarde plomiza y toros plúmbeos. Corrida
pesada y tediosa en virtud, o, mejor dicho, vicio, de los toros
de Juan Pedro Domecq. Prácticamente todos han estado en
el límite cero de la casta. Apagados, sin fuerzas ni para
querer coger los engaños dos veces seguidas con un mínimo
celo, sin vibración ni entrega, semejaban toritos de plomo
para adornar con ellos un portal de Belén.
Con tal material, los bostezos han tomado por asalto los tendidos
y entre el fresquito que hacía y el hastío que venía
del ruedo los espectadores no han podido sentirse nada a gusto.
Y ha sido una lástima, porque tanto a Morante como a Finito
se le ha visto una magnífica disposición para haber
ofrecido una buena tarde de toros. De hecho, dos tandas de derechazos
preñadas de elegancia, serenidad y cadencia de Finito en
el cuarto han llenado de aroma la insípida atmósfera
de la tarde. Como de sabor amontillado y añejo ha inundado
la plaza el de la Puebla en su primer astado. Desprende este torero
un regusto a antigua tauromaquia que cuando se acopla con la dulzura
del temple moderno logran hacer fluir el arte del toreo por los
poros de la inspiración. Composición musical, lírica,
sentida, plena de personalidad y de regusto, que pellizca en sus
remates sevillanos y en la pinturería de esas carreritas
–Pepe Luis en el recuerdo– que embargan de añoranza
a la Giralda. Hoy el duende se ha asomado a la muleta de este
Morante antiguo a la vez que novísimo. A veces se ataca
y descompone a sabiendas la figura forzando el escorzo de su cuerpo
con un barroquismo que llega a ser flamígero, pero, otras,
encuentra el debido equilibrio y entonces el fogonazo del toreo
de arte inunda de fulgores las pupilas. Para encontrar la torería
que desprende este torero hay que remontarse largo trecho en el
tiempo. Qué lástima que su solera se haya aguado
con la falta de colaboración de sus mortecinos enemigos.
Estos fogonazos de buen toreo han sido las amapolas que han puesto
el único cromatismo florecido sobre la grisura de plomo
de la tarde, porque, de Salvador Cortés solo cabe decir
que se estrelló con un lote imposible, pero que sigue el
mismo camino equivocado que emprendiera la pasada temporada. Tiene
las cosas lo suficientemente difíciles como para volver
a la antigua épica y jugarse de verdad los cuartos a una
carta, de lo contrario, va a echar de menos los contratos de la
temporada anterior.
Santi Ortiz
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